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Hay en usted y en mí una necesidad imperiosa de parar el poder político cuando no escucha. Y entonces surge entre usted y yo una especie de unión a la que llamamos Sociedad Civil. Es algo así (según los expertos) como una unión entre personas que se preocupan por la política, que quieren cambios políticos, pero que permanecen ajenos al aparato gubernamental y, por ende, político. Usted y yo no deseamos, entonces, PODER (sí, con mayúsculas) sino cambios. Necesitamos ser escuchados y que nuestras plegarias (a los feligreses folclóricos que nos gobiernan van dirigidas) sean atendidas de una vez por todas. Pero, ¡por Dios!, si tampoco pedimos tanto: una separación justa de poderes, un cambio en el modelo educativo, una transparencia mucho menos opaca (porque transparente del todo es una utopía) de esas estructuras burocráticas en las que canalizamos nuestra representatividad, más libertad…

¿Y sabe qué le pasa a usted y a mí? Que no interesamos. Pero, por favor, evite culpar a los demás de esa catástrofe. A lo mejor esa nueva palabra que a usted y a mí nos viene muy bien, no ha actuado con la fuerza que debería. Es probable que, hasta ahora, no fuéramos muy conscientes de esa capacidad maravillosa que tienen los seres humanos de hablar. Sí, hablar. Alto y claro, aunque susurremos.

Le insto a que defendamos nuestro país, a que luchemos por nuestros principios. La ex Primera Ministra del Reino Unido, la señora Thatcher, ya lo dijo en su día: “nos apoyaremos en nuestros principios, o nada nos sostendrá”. Le invito a que utilice los medios que tiene a su disposición para hacerlo. Porque usted, igual que yo, está harto de que se rían en sus narices, de que roben, de que le frían a impuestos, de que no se tomen en serio la educación de sus hijos.

Sólo le pido un único favor. Espero que entre usted y yo no se pervierta el concepto de Sociedad Civil, olvidando que somos individuos completamente diferentes y que esa palabra, “sociedad”, no es más que una unión de personas, sin poderes mágicos ni existencia más allá de los individuos que la forman. ¿Por qué le digo esto? Porque, cada día que pasa, los colectivistas ganan más terreno anulando al individuo. Acusan al individualismo de ser una filosofía egoísta y mala cuando, precisamente, no hay filosofía mejor para prevenir el abuso de poder.

En consecuencia, amigo, luchemos juntos desde la Sociedad Civil, con nuestras ideas (las armas más poderosas) para que este país cambie de verdad. Defendamos la libertad en todos los terrenos. Ella es la única buena consejera en este camino que comienza y que, espero, no termine pronto pues, cuanto más largo es el viaje, más interesante será la llegada a nuestro destino.

Manuel Viña es miembro de Principios en Galicia y estudia Ciencias Políticas.

Artículo de invitado.