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2 de febrero de 2024

Hacer productos culturales no es hacer meramente salchichas. Hay elementos que tienen que ver con pasiones, con miedos, con contradicciones, con esa cosa tan rara que es el alma humana.

Así lo contó Alberto Nahum García en nuestro #Cafecón el pasado viernes 2 de febrero en el Instituto de Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra. Bajo el título “¿Ventanas o espejos?. El papel de la ficción en una época identitaria”, el profesor titular de Comunicación Audiovisual, a través de numerosos casos, desglosó cómo la tendencia de incluir forzosamente personajes «diversos» en términos de raza, género y orientación sexual en los productos culturales está resultando en la pérdida de la esencia de lo que es una buena narración, en el detrimento de las verdaderas historias.

El encuentro comenzó a las 17:30 en el Aula Siemens Gamesa con una introducción de la tesis de Jonathan Haidt, quien explica las consecuencias del identitarismo y el postmodernismo en la búsqueda de la verdad en el ámbito académico y en las humanidades. El ponente lo trajo al ámbito cultural con el impacto que están teniendo las políticas identitarias en los productos artísticos: «estamos en un entorno donde las identidades colectivas parece que cuentan más, lo que se ve traducido por ejemplo en algunas leyes en España, en la discriminación positiva, y en el entorno artístico», dijo al comienzo de su exposición. Ejemplos como el Test de Bechdel fueron utilizados para explicar cómo caemos en el error de medir una película por cuestiones de presencia, cuando hay elementos narrativos y estéticos mucho más relevantes. Este pensamiento simplista ha contaminado el periodismo y las criticas culturales, creando una tendencia en la que la forma de contar se adecue a estándares políticamente correctos.

El origen de ello está en el predominio de la preocupación por la desigualdad de rasgos físicos y accidentales como la raza, el género y la orientación sexual, antes que por la desigualdad ideológica y de pensamiento, la que lleva al diálogo y la tolerancia. Además, la opinión pública ha pasado de entender el machismo o el racismo como «odio hacia» a «ausencia de», creando así una obsesión de introducir o crear personajes políticamente correctos en los productos culturales antes que personajes de carne y hueso. Es decir, una mecanización de la cultura a través de historias protagonizadas por «salchichas». 

En las recientes nominaciones de los Óscar se puede ver cómo hay que cumplir ciertos criterios de diversidad para poder ser elegido o considerado. En palabras de Alberto Nahum García, «se crea, por encima de la libertad de los individuos, una ingeniería social que supuestamente nos llevará a un mundo mejor». El capitalismo moralista está causando que no veamos una película por disfrute y enriquecimiento cultural, sino «por contribuir a un mundo mejor». Este fenómeno se vio por ejemplo en el anuncio de Star Wars España en Twitter de la película «El ascenso de Skywalker» con el siguiente mensaje: «especialmente recomendada para el fomento de la igualdad de género», como si el arte tuviese que tener una labor catequética. «Un arte cuya finalidad es convencerte a ti de algo, un arte militante, es un arte menos profundo que un arte que quiere contar una historia y una visión del mundo», formuló el ponente.

Para finalizar, el profesor García Martínez presentó la complejidad de la noción de «identificación» que hoy está muy banalizada. Algunos espectadores cometen el error de buscar sentirse “identificados” físicamente con un personaje; cometen el error de buscar espejos en la ficción. En el arte lo que se necesita son espejos emocionales, no físicos. Ejemplos como la polémica película de 2023, La Sirenita, protagonizada por la actriz negra Halle Bailey fueron utilizados para presentar este pensamiento simplista. Los argumentos detrás de esta película se resumen en que «las personas de color se ven menos identificadas en los medios de comunicación». La ficción, en lugar de ser un espejo donde yo, espectador, me sienta identificado (con elementos contextuales y accidentales como la raza, la sexualidad, etc.), debería tener la fuerza de ser ventanas a otras vidas. 

Así culminó el primer #Cafécon de Principios, donde Alberto Nahum García, a través de esta inspiradora metáfora expresó que las historias deben apelar a lo universal y llegar a una humanidad compartida que va mucho más allá de los estándares políticamente correctos que resultan en personajes mecanizados, a esa «cosa tan rara que es el alma humana».