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Paris

Desde Principios condenamos los atentados de París, nos unimos al dolor de las víctimas y sus familias, y manifestamos nuestro apoyo al pueblo francés y a todos los golpeados por el terrorismo. Además, queremos contribuir a dar una respuesta adecuada a la violencia: sin una mirada profunda y consciente, es imposible que vayamos a la raíz de los problemas y por tanto que acertemos con las soluciones.

Es preciso recordar que el terrorismo del Daesh tiene otras muchas víctimas. Es normal que reaccionemos con más dolor y preocupación ante los ataques dirigidos hacia nuestros conciudadanos europeos, pero nuestra capacidad de análisis debe incluir en la imagen del problema a las víctimas de otros atentados y de la tiranía cotidiana del Estado Islámico contra los cristianos y otras minorías, y contra sus propios conciudadanos musulmanes. Por ejemplo: el viernes también murieron 19 personas en Iraq en un atentado con coche bomba, y el día anterior 43 personas en El Líbano.

Por otra parte, queremos alertar contra el peligro de que el dolor y el miedo contribuyan a agudizar la cultura del descarte –que se verifica allí donde se ignoran los derechos, necesidades y aportaciones propias de personas y grupos sociales marginales- privilegiando solo los intereses de ciertas clases dominantes. A la vez, es preciso no esconder las dificultades y riesgos que conlleva una política de acogida de refugiados e inmigrantes.

Los complejos retos a los que nos enfrentamos hacen aún más clara la necesidad de una sólida cultura política en nuestra sociedad civil y de la reconstitución de nuestra democracia. Una cultura de la sociedad civil que haga que los ciudadanos sean capaces de sustraerse a los mensajes unilaterales y emotivos, de modo que los partidos no caigan en la tentación de dividir a la sociedad para aumentar su cuota de poder. La reconstitución de nuestra democracia, que facilite un buen debate público y la toma de decisiones al servicio del bien común.

Desde Principios queremos seguir contribuyendo a un análisis sereno y razonable de los grandes problemas colectivos, que no olvide las exigencias de la justicia política y de la justicia social, el respeto a la dignidad de cada persona y la protección de las relaciones sociales básicas que configuran y acompañan el desarrollo del individuo.