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El-humanismo-cristiano-ante-los-vientres-de-alquiler

Hace pocos años Europa debatía sobre una nueva Constitución llena de valor simbólico (¡Qué tiempos! ¿En qué estaríamos pensando?). Una de las cuestiones disputadas era precisamente la referencia en el preámbulo a las raíces cristianas de Europa. El texto final omitía esa mención, en una definición aséptica de la identidad europea.

Desde entonces ha habido reacciones en algunos países que apuntan a una reivindicación de la identidad cristiana de las naciones frente al vértigo del nihilismo de la burocracia y del mercado sin rostro, y por supuesto frente a la amenaza del fundamentalismo islámico y el terrorismo. Sin embargo esas apelaciones a lo cristiano como esencia nacional llevan con frecuencia a discursos que desde el punto de vista cristiano –un patrimonio de valor universal que pone el acento en la persona- son cuanto menos dudosos. Después de 50 años de buena convivencia entre los principios de la democracia liberal y el sustrato moral cristiano, parece que el matrimonio resulta insostenible. Y muchos coquetean con las fórmulas populistas y/o autoritarias de la derecha alternativa, a veces como la fórmula menos mala para llevar adelante una agenda reaccionaria (en el mejor sentido de la palabra).

Después de 50 años de buena convivencia entre los principios de la democracia liberal y el sustrato moral cristiano, parece que el matrimonio resulta insostenible.

Esta deriva resulta más sorprendente porque el líder espiritual de los cristianos – el Papa de Roma- es Francisco, un pastor latinoamericano que –como parte de su reforma de la Iglesia- quiere redefinir la posición de la misma en la sociedad, rompiendo la alianza extraoficial entre partidos conservadores y la autoridad moral de la Iglesia, que había sustituido a las fórmulas de democracia cristiana de algunos países. No le importa decir que él “nunca ha sido de derechas”, y fustigar los excesos de la clase dominante, mientras pone el énfasis en la dimensión social –de caridad, pero también de justicia estructural- del mensaje cristiano. Recientemente el Wall Street Journal ha caracterizado al pontífice como la única referencia de la izquierda global, una vez retirado Obama; papel que se refuerza cada día ante el evidente contraste con Trump.

Otros cristianos siguen convencidos de la necesidad de implicarse en las instituciones del consenso de la post-guerra mundial, como decíamos, sobre todo en partidos de corte liberal-conservador. Pero estos últimos se enfrentan a contradicciones y dilemas cada día más radicales.

La razón es que la visión del hombre y de la sociedad que compartían vagamente liberales, conservadores y democristianos, se ha fragmentado.

La causa de esta fragmentación es el expresivismo individualista que caracteriza la moral social contemporánea, expresión última de algunas premisas del individualismo liberal más radical.

Ante este panorama, la creación de síntesis culturales y de estrategias políticas que encarnen la inspiración del humanismo cristiano –de modo plural pero coherente- se ha vuelto tarea casi imposible. La tentación de aprovechar las posiciones de poder adquirido, o bien de subirse a la ola de movimientos sociales descontrolados, o de hacer un discurso profético pero sin contenido práctico, son muy grandes. Es difícil discernir qué debe hacerse, y más aún hacerse entender y ponerse de acuerdo con otros.

Ante este panorama, la creación de síntesis culturales y de estrategias políticas que encarnen la inspiración del humanismo cristiano –de modo plural pero coherente- se ha vuelto tarea casi imposible.

En este contexto, no es extraño que el único partido de ámbito nacional que invoca el humanismo cristiano como una de sus señas de identidad, sea en estos días escenario de una lucha interna entre corrientes que sostienen visiones de la persona y de la sociedad radicalmente incompatibles. El debate sobre asuntos como los vientres de alquiler es un ejemplo de este desencuentro, que también tiene lugar en otras formaciones, aunque en ese caso fuera del marco del humanismo.

El Partido Popular se ha consolidado como “partido del sistema”, capaz de atraer a votantes de un amplio espectro ideológico, como valor refugio frente al radicalismo de distintos signos. En España el PP ha sido capaz de evitar el surgimiento de una derecha alternativa, y no parece posible que eso suceda. Tampoco está claro –como venimos diciendo- que esa estrategia fuera la adecuada para dar cauce a la presencia social del humanismo cristiano.

Desde Principios no tenemos una respuesta a la pregunta sobre cuál es la estrategia política más adecuada. Nuestra misión es contribuir a que quienes comparten una visión humanista de la sociedad sigan teniendo un lugar de encuentro donde poder desarrollar con rigor e inteligencia sus propuestas, en un clima de diálogo con quienes no piensan como nosotros, y de apoyo a todos los que están comprometidos en la vida política directa, de acuerdo con sus convicciones.

Nuestra misión es contribuir a que quienes comparten una visión humanista de la sociedad sigan teniendo un lugar de encuentro donde poder desarrollar con rigor e inteligencia sus propuestas.

En esta línea, queremos enviar un mensaje a quienes dentro del Partido Popular debaten estos días sobre el alma de ese partido. Animamos a unos y otros a abrir un debate real, riguroso, sin frivolidades, sobre las propuestas políticas de más calado humano. La cuestión de los vientres de alquiler –por seguir con el ejemplo- no puede ser moneda de cambio con grupos de interés, recurso para etiquetar a unos y otros, ni de slogans fáciles.

Sería ridículo prejuzgar que quienes defienden en conciencia la dignidad de toda vida humana, y proponen que la legislación ponga límites a su destrucción o su instrumentalización mercantil o sentimental, actúan así por deslealtad, o por cerrazón a los cambios sociales. Su argumento no puede tomarse a la ligera, ni por su contenido intrínseco, ni tampoco por sus implicaciones para la definición ideológica del Partido Popular o de otras formaciones.

A todos, les ofrecemos nuestra ayuda para desarrollar los mejores argumentos posibles, y para buscar soluciones alternativas a los problemas sociales que quieren resolverse con estas políticas.

No se trata de levantar la voz ni de generar alarmismos. Con lucidez y cordialidad, es preciso no dejar que la voz del humanismo cristiano quede silenciada por la presión social o las conveniencias oportunistas. Por el bien de todos, sobre todo de los más desfavorecidos e indefensos.