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“Desintegración nacional y falta de excelencia política”. Así resumía Ortega y Gasset su visión en la “España Invertebrada” escrita en 1922. Hoy, en 2016, los fantasmas del pasado se reviven como el rocío de la primavera ante la misma realidad política que llevó a la decadencia a la España de los primeros años del siglo pasado. Los partidos tradicionales se resquebrajaban, las facciones políticas se radicalizaban, los regionalismos se intensificaban y la clase dirigente era incapaz de proveer soluciones a los problemas de la gente.

Los mismos problemas que destruyeron la España de ayer renacen hoy ante unos partidos políticos incapaces de mirar más allá de su afán de poder. Decía Aristóteles, “el ser humano es político por naturaleza”, reflexión equiparable a una comunidad en la que todos sus ciudadanos tenían el deber moral de participar en su “polis”, en su ciudad. ¿Y dónde está esa comunidad política a la que hacía referencia Aristóteles en el siglo XXI? En la sociedad civil.

Es la sociedad civil la que tiene la oportunidad de ser el pilar de la regeneración política y democrática que demanda y exige España. Porque nosotros, los profesionales, desde el debate de ideas (y no desde la confrontación) podemos aportar a nuestros legisladores soluciones que ellos no están encontrando al estar más preocupados en la subsistencia del poder.

“¿Y dónde está esa comunidad política a la que hacía referencia Aristóteles en el siglo XXI? En la sociedad civil.”

Un ejemplo de esta regeneración podemos encontrarlo en la abogacía joven. Si se unen cincuenta y cinco mil abogados jóvenes, ¿no seríamos capaces de plantear los problemas y soluciones a la hoy debilitada administración de justicia? O si se unen más de un millón y medio de estudiantes universitarios, ¿no seríamos capaces de plantear un debate serio y de rigor sobre el mal funcionamiento de la universidad española? ¿Y la ciencia, la investigación, la economía? Hoy, más que nunca, es el momento para fortalecer y hacer valer el papel de la sociedad civil, en una España donde el poder político lo ha copado todo. Porque no hace falta estar en política para cambiar nuestro país: lo que hace falta es voluntad. Una voluntad no sólo política sino social.

El asociacionismo fue el motor de las revoluciones sociales. En la Revolución Francesa, las reuniones entre jacobinos y girondinos, además de las más de quince asociaciones que existían en la época, lanzaron un cambio en el sentido de la humanidad. Pero este camino no está exento de responsabilidades, y dos son las principales. La primera, vencer la barrera del egocentrismo propio de cada asociación: deberíamos buscar la forma de aglutinar en un foro abierto el debate de ideas para solucionar, desde los argumentos, los problemas de España con visión y perspectiva en la búsqueda del bien común más allá de las simples facciones de la ideología política. La segunda, estar preparados para liderar los cambios y retos que nos acechan no sólo a nivel nacional sino como humanidad (temas como el problema de los refugiados, la inmigración o el yihadismo, etc.), ya que la improvisación ante los cambios sociales provoca que a menudo el centro y la virtud se resquebraje en favor de los fanatismos y el populismo. Así ocurrió en la independencia de los EEUU de Gran Bretaña, en la que los colonos norteamericanos no comenzaron reivindicando su independencia sino haciendo valer sus derechos políticos en Westminster, y ante la falta de soluciones políticas se terminó en la deriva independentista. La Revolución Francesa por su parte, se radicalizó en la “época del terror” de Robespierre con un saldo de entre 40.000 y 11.000 muertos según las fuentes; lo que había comenzado con una revolución en defensa de la libertad terminaba aniquilando a la misma.

La sociedad civil tiene la responsabilidad y la obligación de adelantarse a las adversidades de nuestro presente y futuro para construir juntos una España mejor, y no terminar siendo presos una vez más de nuestro propio pasado, de la misma manera que citó nuestro querido Ortega hace ya 94 años:

“Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos”. José Ortega y Gasset

Juan Gonzalo Ospina Serrano. Presidente de la Agrupación de Jóvenes Abogados de Madrid. Tribuna Política. @Juango_Ospina