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El pasado 25 de abril Macron abría la campaña electoral con un discurso en la Sorbona dirigido sobre todo a ministros de su Gobierno y a embajadores de Estados miembros de la UE que le escucharon sin interrumpir los 108 minutos que duró su visión de Europa. Días después, Neos reunía en Madrid a centenares de asistentes voluntarios, nacionales e internacionales para hablar del alma de Europa, bajo el lema «Nos jugamos la vida».

Macron, cortoplacista, pensaba en las elecciones; los de Neos, jugaban a la esperanza largoplacista, pensando en batallas actuales y eternas. Neos convocó a otro francés largoplacista, intelectual, padre de diez hijos y converso del ateísmo racionalista. Fabrice Hadjadj. Un milagro en vida, vamos.

Macron había conseguido llenar titulares alertando desde su púlpito sorbón: «Debemos estar lúcidos sobre el hecho de que nuestra Europa actual es mortal. Puede morir.» Qué obsesión con la muerte la de este hombre.

Destaco dos ideas que me llamaron la atención del discurso de Macron, una que relaciono con la táctica y otra que enmarco en la estrategia. Táctica: la idea de soberanía europea (de origen macroniano), que ya se ha instalado en muchos países miembros de la UE. Idea que refuerza con la amenaza de la muerte, pues Europa puede morir, y solamente sobrevivirá si se toman decisiones clave, que solamente se pueden tomar si es soberana. Es el modelo centralista de Europa, a ser posible napoleónica, pero sin decirlo muy claro. La subsidiariedad para la anécdota.

La segunda idea fue más abstracta, como de fondo, anunciando la estrategia. Apareció al final de su discurso y estuvo dedicada a la defensa de los valores europeos. «No debemos olvidar nunca que nosotros (los europeos) no somos como los demás», dijo Macron, citando el aprecio de los europeos a la libertad, la democracia, el estado de derecho y la igualdad. De nuevo sobrevoló la amenaza a los valores, a causa de la desinformación y la propaganda.

Como si de un debate se tratara, estas dos ideas aparecieron en el encuentro de Neos. La primera, de pasada, porque hay europeos que no van de tácticos. Lo dijo Mayor Oreja: «La Unión Europea no fue una táctica, sino un alma», empezó con alma, pero sin cuerpo, y hoy, tiene cada vez más cuerpo y menos alma. Sin embargo no faltó una propuesta audaz que vale la pena pensar: «Necesitamos hacer una Carta de Derechos del no nacido, y tenemos que sumar a millones de europeos». Es muy buen plan.

La reunión de Neos trató, y muy a fondo, la segunda idea, la de los valores estratégicos para revivir el alma de Europa. Hadjadj destacó que antiguamente la comunidad animaba a sus miembros en el deber de vivir y de dar la vida, hoy les favorece en el derecho a morir y a darse la muerte. Recordó que las constituciones están para organizar la vida democrática y no para disminuir la población. Habló de cómo para no jugarse la vida, algunos optan por no vivir, no dar la vida, y agotar las fuentes. Asistimos a la muerte del deseo. Señaló que los planes de control de la sexualidad no liberan, y son una huida hacia delante de la muerte del deseo. Hoy las instituciones europeas parecen obsesionadas con la promoción del derecho a la autodestrucción. La evidencia del suicidio material muestra el suicidio espiritual en curso, el desánimo de Europa su desmoralización, su falta de coraje. Como recordó Jaime Mayor Oreja al preguntar «¿No están matando ustedes la Unión Europea por no defender la vida?»

La jornada culminó con unas palabras que retrataron a la Europa libre, la Europa de la esperanza: «Somos una minoría creativa que no se impone, pero que no se esconde». El plan es fortalecer el corazón y sus derivadas: el coraje y el recuerdo. Como explicó Hadjadj, coraje para exponerse y dar la vida; y recordar que «la vida es una carrera a muerte, un don en pura pérdida, una danza y un duelo, un juego serio. La vida es una misión y una ofrenda».

Estas son las dos Europas que se echarán el pulso en las próximas elecciones de junio, la de Macron y la de Hadjadj.

Patricia Santos para El Debate