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OCHO RAZONES PARA LA PUJANZA DEMOGRÁFICA (I)

Jean Bodin (1529-1593): “No hay mayor riqueza que la de los hombres”.

Con esta primera entrada se analizarán las implicaciones positivas de una vigorosa pujanza demográfica en cuatro ámbitos concretos de interés público.

1. SOSTENIMIENTO DEL SISTEMA DE PROTECCIÓN SOCIAL.

La viabilidad del sistema de protección social (pensiones, prestaciones por desempleo, sanidad, servicios sociales) es función de la tasa de dependencia (relación entre población dependiente y población activa-productiva) y sólo se podrá mantener con el crecimiento de la demografía. Este motivo se agudiza si tenemos en cuenta el incremento de la esperanza de vida, y el ensanchamiento de la «clientela» del Estado de Bienestar ―empleados públicos del bienestar, pensionistas, minusválidos, desempleados y beneficiarios de la asistencia social―(1),sumado a la pérdida de peso de la institución familiar como red que tradicionalmente ha soportado las situaciones de imposibilidad física y económica de sus miembros.

PUJANZA DEMOGRÁFICA

La viabilidad del sistema de protección social (…) sólo se podrá mantener con el crecimiento de la demografía

Existen medidas paliativas al envejecimiento poblacional, como alargar la edad de jubilación, disminuir los puntos de cotización por año cotizado, penalizar de forma superior en la jubilación anticipada y otras alternativas tales como: la actualización de las pensiones por debajo del IPC, completar la pensión de jubilación con una pensión privada o reducir el gasto sanitario (2). Pero además de no ser eficaces en su plenitud, ejemplifican el elevado coste de oportunidad que para la sociedad supone el ―estructural― problema de la crisis demográfica.

Por esta razón, la pujanza demográfica es determinante del sostenimiento del sistema de protección social.

2. MANTENIMIENTO DE LOS SERVICIOS PÚBLICOS.

Los servicios públicos satisfacen determinadas necesidades sociales y se orientan al bienestar. Entre los mismos, citamos: las bibliotecas públicas, los tribunales, el transporte público, el servicio de agua, la radiotelevisión pública, el alumbrado…

En este sentido, la sociedad tiene una carga de gastos generales que afrontar (3).

Para hacernos una idea de cómo la demografía afecta al mantenimiento de los servicios públicos, pensemos en una villa repleta de gente. El coste de su alumbrado nocturno se podrá prorratear entre esa multitud de personas. Sin embargo, a la inversa y en un escenario de envejecimiento y escasez demográfica, ese mismo alumbrado estará sujeto a un mismo coste que no podrá dividirse entre tantos individuos.

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Los servicios públicos satisfacen determinadas necesidades sociales y se orientan al bienestar

El resultado será el empeoramiento del servicio público, o la elevación de la presión fiscal sobre el ciudadano, o el endeudamiento público que terminarán pagando las futuras generaciones.

Por esta razón, la pujanza demográfica es determinante del mantenimiento de los servicios públicos.

3. DINAMISMO ECONÓMICO.

Más allá del sostenimiento del sistema de protección social y del mantenimiento de los servicios públicos, la demografía afecta al propio dinamismo de la economía.

Paul Samuelson (4), al igual que Tamames (5) y el historiador Rondo Cameron (6) se apoyan en los demógrafos Dupréel, Sauvy y Peggy para manifestar la repercusión positiva que la demografía tiene en la economía. Y en el mismo sentido, Cameron y Neal (7) recuerdan «la evidencia incuestionable de la expansión física y económica de la civilización europea durante varias de las etapas de su crecimiento demográfico acelerado».

La baja fertilidad y el envejecimiento influyen negativamente en la demanda. El consumo es función del volumen de renta y ésta decrece con la edad, siguiendo el «perfil de ingresos por edad»; es decir, una vez que el individuo finaliza sus estudios la renta tiende a crecer para luego estancarse hacia los cuarenta años y pasar a descender de forma lenta primero y más rápido después; acabando el proceso en el cobro de la pensión de jubilación (8). De este modo, la senda de los ingresos tiene forma de parábola. A ésto hay que sumar la saturación de las necesidades y el perfil menos dinámico de los consumidores de avanzada edad. En este último sentido, Francisco Cabrillo (9) expone que la estructura demográfica influye en la cantidad y en el tipo de bienes de consumo que se demandan.

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La presión demográfica fuerza el progreso

De igual manera, al detraer el consumo, genera efectos en la producción y por ende en la inversión. Raymond Barre (10) sostiene que la demanda estimula la inversión y citando al demógrafo Dr. Löch afirma que la expansión demográfica actúa con intensidad sobre la demanda de los bienes de producción. En una línea similar, Fernández Leiceaga (11) recoge la estimación que hizo Keynes a partir de una serie histórica que cubría el lapso entre 1860 y 1913, en la que concluye que la mitad de la inversión tiene como motivo principal el incremento de la población.

En resumen, la presión demográfica fuerza al progreso; las empresas existentes deben agrandarse y modificar su «utillaje»; se constituyen nuevas empresas y se produce una impulsión económica favorable al mejoramiento del nivel de vida. La paternidad es, según el término de Péguy, una “aventura” y suscita “el espíritu de aventura”.

Por esta razón, la pujanza demográfica es determinante del dinamismo económico.

4. BIENESTAR SUBJETIVO.

El factor demográfico, tomado a nivel agregado, influye en el bienestar subjetivo, es decir en la felicidad y la satisfacción vital de los individuos.

Los adultos de nuestro tiempo, echando la mirada atrás, es posible que piensen que las generaciones que nos precedieron interactuaban más con los primos de sangre. Aunque quizás antes los primos «existían», y hoy o no existen o son escasos o muy parca la relación que se tiene con ellos.

Valga este ejemplo para indicar que el descenso en el número de hijos impacta en el número de componentes de la red social familiar. Y un determinante esencial de la felicidad es la sociabilidad (12).

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Un determinante esencial de la felicidad es la sociabilidad

El sujeto necesita relaciones sociales (bienes relacionales) para ser feliz, como ya expresaron los clásicos y hoy nos recuerdan incluso los teóricos de la Happiness Economics. Y esas relaciones son más auténticas a mayor grado de proximidad social y vínculo emocional (13). Más allá de la familia, el envejecimiento lastra la dimensión de la comunidad (14) y de la red global que rodea al individuo y que se compone de lazos de distinta naturaleza.

Por esta razón, la pujanza demográfica es determinante del bienestar subjetivo.

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Bibliografía:

(1)Del Pino, 2004
(2)Herce y Pérez-Díaz, 1995; Barr, 2001
(3)Samuelson, 1970, pp. 36-37
(4)Paul Samuelson, 1970
(5)Tamames, 1969, p. 15
(6)Rondo Cameron, 2005, p. 33
(7)Cameron y Neal, , p. 33
(8)Pearce, 1999
(9)Francisco Cabrillo, 1996, p. 50
(10)Raymond Barre, 1977, p. 100
(11)Fernández Leiceaga, 2000, p. 24
(12)Argyle, 2001; Diener et al., 2003; Haller y Hadler, 2006
(13)Bruni, 2008; Becchetti et al., 2008; Membiela, 2016
(14)Putnam, 2000

Matías Membiela Pollán
Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de A Coruña