Skip to main content

Principios

A raíz de la publicación de la carta encíclica Laudato Si del papa Francisco, Principios dejaba claro que su compromiso en la superación de la cultura del descarte no iba a dejar de lado uno de los desafíos más urgentes a los que se enfrenta el planeta: la conservación medioambiental.

Asunto este, de máxima actualidad, a raíz de los numerosos incendios que asolaron la Cornisa Cantábrica durante las pasadas navidades, con especial virulencia en las Comunidades Autónomas del Principado de Asturias y Cantabria.

Pero… ¿por qué arden nuestros bosques?

incendio
Los motivos.

En las últimas semanas hemos podido leer y escuchar en medios de comunicación, redes sociales e incluso de boca de algún responsable político, hipótesis que vinculan esta nueva oleada de incendios con la reciente modificación de Ley de Montes (Ley 43/2003) y con oscuros intereses urbanísticos.

La sospecha puede ser comprensible, pero ninguna organización ecologista de las serias (Greenpeace, WWF, etc.) ha caído en este recurso fácil. El asunto es bastante más complejo, en la actualidad, los incendios provocados para obtener una modificación en el uso del suelo apenas suponen el 0,6% del total.

Lo que ha sucedido en Asturias y Cantabria no es algo tan atípico. Los incendios del invierno y primavera en el Noroeste peninsular suponen un 63% del total y el 46% de la superficie forestal quemada cada año en España. Sin embargo, aunque la frecuencia de incendios comienza a incrementarse de forma moderada entre noviembre y enero, la mayor parte de estos se concentra durante los meses de febrero y marzo. Este año han ocurrido en diciembre al darse las condiciones más propicias para el fuego: abundante vegetación seca, altas temperaturas, baja humedad y viento desecante.

Según la Estadística General de Incendios Forestales de España, el 80% de estos fuegos están relacionados con las quemas empleadas para la limpieza y regeneración de las zonas de pastoreo por las que transita el ganado en régimen extensivo.

Estas quemas ganaderas autorizadas y controladas son una práctica tradicional con implicaciones ambientales positivas. Lo que no es objeto de discusión es el carácter delictivo de las quemas que se producen sin permiso y supervisión administrativa, y en condiciones meteorológicas adversas, provocando fuegos descontrolados y constituyendo un problema de seguridad pública. A estas quemas descontroladas se le suma el abandono generalizado de los montes y la ausencia de gestión, que hace que las llamas se propaguen con facilidad en caso de iniciarse un fuego. Miles de hectáreas de monte que se explotaron intensamente a mediados del siglo XX para aprovechar recursos como la madera o la resina, están ahora totalmente abandonadas y listas para arder.

Los incendios son sólo el síntoma, la enfermedad es el progresivo abandono del medio rural.

La situación ha llegado a tal punto que se hace necesario implementar acciones disuasorias y preventivas como los acotamientos y reducción de biomasa, incremento de la vigilancia, desarrollo de modelos silvícolas que tengan en cuenta el cambio climático, etc. Sin embargo, la eficacia de estas medidas quedará seriamente comprometida si no van acompañadas de una adecuada ordenación de los sectores ganadero y forestal según su peso en el territorio así como de políticas activas de promoción y desarrollo rural.

Mientras no se recuperen casas y comunidades rurales, frugales, prósperas y permanentes, que tengan el deseo, las destrezas y los medios para cuidar el territorio donde se asientan, seguiremos sufriendo la lacra de los incendios. Y sin la necesidad de que haya especuladores de por medio.

En este sentido, todo lo que se haga para apoyar la pervivencia de un sector ganadero responsable en nuestras montañas irá en beneficio de la conservación de estos paisajes. La ganadería extensiva constituye un aprovechamiento de la tierra en áreas marginales o de difícil acceso, que puede optimizar la producción de alimentos con un mínimo de insumos, a la vez que mantiene la productividad del ecosistema.

 

Pablo Rodríguez Gómez, Licenciado en Sociología. MBA y Master en Dirección de Proyectos y Organización Empresaria por IFFE BS.