Cuando Fraga ganó las elecciones en Galicia por primera vez, gobernaba una coalición nacionalista de izquierdas tendente al independentismo. Pese a ello, supo neutralizar el nacionalismo gallego, defendiendo la identidad gallega con espíritu regionalista y autonomista. Hasta el día de hoy, Fraga continuado por Feijoo y ahora por Rueda, acabó con la tentación nacionalista y separatista gallega, devolviendo a Galicia el orgullo de ser gallegos. Al borde del año 2000, declaraba: «Hemos recuperado mucho de nuestro orgullo de ser gallegos. Felizmente va quedando atrás lo que fue llamado: “la Galicia de la vergüenza, la Galicia de la imitación para la que es un ideal acogerse a todos los vientos de fuera y despreciar su hogar”». No era una autoidentificación negativa, propia de los nacionalismos vasco y catalán definida contra lo español; sino positiva. Orgullosa de ser también española.
Aquello se basaba en toda una concepción teórico practica de la política: el “Regionalismo Autonómico”; asumido por el Partido Popular. Su fundamento teórico lo encontró en su paisano Alfredo Brañas. Según Fraga, el término “regionalismo” se debe a sus escritos. Nacido en 1859 fue periodista y concejal en Compostela. Después catedrático de economía política y hacienda en la Universidad de Santiago. Perteneció a la Asociación Regionalista Gallega, y fue considerado “el gran apóstol del regionalismo gallego”. Murió joven, alboreando 1900.
Aquel “regionalismo” se convirtió en un elemento esencial de la Teoría de la Constitución, el estado de derecho y la democracia, como escribió C. J. Friedrich; quien desarrolló esta tesis ya apuntada por A. De Tocqueville: «El proceso de distribución del poder no solo por grandes funciones del Estado como quería Montesquieu, sino por autonomías territoriales, es condición normal de libertad y democracia… las dos principales barreras frente al totalitarismo son: la propiedad privada y su correlato, la libre iniciativa económica; y la división territorial del poder”. Esto lo asumió Fraga desde su primera obra importante, “La crisis del Estado” en 1956. En su última obra en 2006, Sociedad y valores, recuerda cómo antes de la transición, en sus propuestas de reforma elaboradas a partir de 1973, proponía una organización regional del Estado con la asunción por las regiones de amplias competencias, no puramente ejecutivas y administrativas, sino también políticas.
Veamos el camino realizado por Fraga. Parte de unas preguntas¿Qué es una región? ¿Qué es el regionalismo? ¿Qué es una nación? ¿Qué es el nacionalismo? Nos contesta: «Una región es un espacio concreto delimitado por la geografía, por la historia, por la costumbre, por la cultura, por el sistema económico, por el arte, por los afectos, por el espíritu. Pensemos en Galicia: ahí está en el noroeste de España, en una punta de Europa, al norte de Portugal bien metida en el mar». El regionalismo: «es una actitud que valora la región, como una base natural de la acción humana y la vida social, y sus procesos políticos y administrativos». El regionalismo no es una ideología, sí lo es el nacionalismo. Es una actitud, derivada del sentido común al contemplar una realidad social históricamente natural: «El regionalismo se inscribe en una teoría de la sociedad que busca lo natural y el sentido común en el establecimiento de las organizaciones políticas y administrativas y rehúye todo planteamiento arbitrario». Se trata de historia y naturaleza, no de constructivismo. El problema es el “nacionalismo”. Dice Fraga: «el nacionalismo es un producto ideológico de la más alta tensión y también capaz de la máxima peligrosidad». La palabra nación no tiene sentido político hasta la Revolución Francesa, cuando los derechos soberanos de la nación (el tercer estado y más tarde el pueblo) se enfrentan a los privilegios de la corona y de la aristocracia. La doctrina de la “soberanía nacional” hizo que el concepto nación pasara de la sociología a la política, Lo que para Sieyès era un centro de imputación jurídico-política para transformar el estado monárquico a través de la teoría de la representación, el romanticismo la convirtió en clave, primero de la formación de nuevos estados nacionales como Alemania e Italia, luego un poderoso explosivo para dinamitar las ya existentes. Reforzado con la filosofía Kantiana de la autodeterminación aplicada a los pueblos, surge junto a la nación como sujeto, el derecho a la autodeterminación como derecho propio de esta. Y como consecuencia el principio de las nacionalidades: a cada nación corresponde un estado.
La región es algo diferente, nos sigue diciendo Fraga: «La región es más que provincia y menos que nación. Es colectividad natural. Es un espacio definido por una o más realidades (geográficas históricas económicas, culturales). Y se ha ido convirtiendo progresivamente en un tercer nivel de gobierno, hoy aceptado en toda la Europa libre». Este es el modelo político que ha vencido una y otra vez en las elecciones gallegas; el único que permitiría una nación española unida en un Estado de las Autonomías.
Jesús Trillo-Figueroa Martínez-Conde