Las elecciones de ayer en Cataluña tenían por finalidad decidir la composición del futuro Parlamento de Cataluña. El resultado es que los 72 escaños independentistas, aunque pudieran bastar para formar gobierno, son insuficientes incluso para modificar el Estatuto de Autonomía. Algunos aficionados al fraude de ley, sin embargo, han planteado los comicios como un plebiscito sobre la independencia; pues bien, bajo este prisma —que es el que proponían tanto Junts pel Sí como las CUP antes de las elecciones— los independentistas han alcanzado un 47,84% de los votos emitidos (un 34,8% del censo electoral).
¿Alguien en su sano juicio cree que los resultados de ayer (tanto en votos como en escaños) avalan una eventual proclamación unilateral de independencia o la llamada del candidato de las CUP a la desobediencia a las leyes españolas?
Mientras tanto, parece difícil que el President Mas repita mandato, pues las CUP ya han pedido su cabeza para apoyar a un eventual gobierno de Junts pel Sí; por su lado, Unió no ha sacado representación y los diputados de CDC han pasado a ser 29, frente a los 62 o a los 50 que hace cinco y tres años, respectivamente, obtuvo la ya desparecida CiU. Es decir, el catalanismo moderado —que durante años dio forma a la política catalana y que en estas elecciones encarnaba Unió— ha quedado engullido por la polarización de las posiciones en torno a la independencia, mientras que el nacionalismo posibilista de CDC hoy reconvertido al independentismo ha quedado diezmado por la corrupción y el avance de la izquierda y la extrema izquierda secesionistas.
En mi opinión, lo que los resultados electorales ponen de manifiesto muy claramente es que el malhadado proceso separatista ha llevado a Cataluña a una fractura social y política que a corto plazo imposibilita cualquier proyecto verdaderamente común, como ya se comentó en las últimas #CanyesPolítiques en Barcelona. Felicidades a quien corresponda.
Pero no quiero acabar sin decir algo más: si alguien en el Gobierno central, en cualquier gobierno autonómico o en cualquier otra institución política del Estado cree que se puede ignorar el independentismo de un enorme segmento de la población catalana (o de cualquier otra parte del territorio español) sin hacer nada, sin saber ver otras causas que la manipulación (que la ha habido), sin otro ofrecimiento que las amenazas de la banca y de los burócratas de Bruselas (con estos amigos no hacen falta enemigos), sin ningún afán de buscar puntos de encuentro y de tender puentes, sin llevar a cabo políticas activas y propositivas, sin fomentar un patriotismo sano e inclusivo pero también convencido y convincente, sin tener un relato nacional épico y un proyecto de país ambicioso, si alguien de verdad lo cree, que se lo haga mirar. Y que asuma su parte de responsabilidad en la destrucción de España.
En conclusión: es más necesario que nunca el trabajo desde la sociedad civil para plantear con fuerza el debate sobre la reconstitución en Cataluña (y en el resto de España) con miras a alcanzar un proyecto común para los catalanes, en la línea de lo expresado en un reciente post de Principios. Por ello, hoy es un buen día para sumarse a esta plataforma de movilización ciudadana y empezar la semana post electoral haciendo algo constructivo.
Arnau Guasch Sol es abogado y coordinador de Principios en Barcelona