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Maternidad Subrogada

El debate sobre la maternidad subrogada

En los debates sobre bioética, las posiciones suelen ser fáciles de predecir. A favor de la “ampliación de la libertad”: los progresistas; a favor de mantener ciertas prohibiciones tradicionales: los conservadores. En el primer grupo se encuentran en mayor proporción quienes promueven los derechos de la mujer, y en el segundo, quienes defienden estructuras sociales que relegan a la mujer a un papel secundario en diversos órdenes. Así presentado, es fácil elegir de qué lado quiere uno estar.

 

¿Feministas y obispos en el mismo equipo?

El tema de la maternidad subrogada (o de los vientres de alquiler: las palabras nunca son inocentes al describir comportamientos humanos) es una interesante excepción. Entre los grupos y personas que se oponen a la legalización de esta práctica están muchos feministas que en otros temas –por decirlo así– comulgan con el recetario progresista. Extraños compañeros de viaje, “estas chicas” y los “obispos”, según la habitual caricatura.

Evidentemente, cada grupo tiene un conjunto de razones diferentes, aunque algunas coincidan y sea posible establecer alianzas tácticas. Por ejemplo: las feministas se oponen a la maternidad subrogada (vientre de alquiler) porque lo consideran una instrumentalización del cuerpo de la mujer, que además da lugar a terribles abusos (con la creación de verdaderas granjas femeninas en países pobres, para satisfacer el candoroso sentimiento maternal de una pareja occidental). Un argumento este, que encuentra también eco en las posiciones “conservadoras”.

Las feministas se oponen al vientre de alquiler porque lo consideran una instrumentalización del cuerpo de la mujer, que además da lugar a terribles abusos.

Pero las listas de temas que feministas y conservadores consideran como “cuestiones disputadas” en torno a la maternidad subrogada, son muy distintas. Efectivamente, la legalización de los vientres de alquiler no es un asunto simple, sino que incluye muchas otras prácticas; algunas ya legales, pero también discutidas. Sin afán de ser exhaustivos, he aquí una lista: ¿Cómo se obtienen los gametos? ¿Donación o venta? ¿Quién los aporta y qué relación tiene con los padres legales? ¿Seleccionamos los embriones que se van a implantar con algún criterio? ¿Aceptamos que se manipulen genéticamente? ¿Qué hacemos con los demás embriones que no vamos a implantar? ¿Abortamos a los embriones que logran implantarse, pero que sobran? Etc.

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Muchas feministas se oponen a la maternidad subrogada porque lo consideran una instrumentalización del cuerpo de la mujer.

La cuestión de la igualdad

En cuanto al problema concreto del contrato de maternidad subrogada, Michael Sandel –profesor de Harvard famoso por su contribución a los debates públicos en cuestiones morales– explica que hay dos tipos de objeciones: la igualdad entre las partes contratantes y la corrupción de ciertas prácticas por su mercantilización, en este caso de la maternidad. Para que un contrato sea libre debe haber un mínimo de igualdad. Por esa línea se entiende fácilmente que una mujer en posición desesperada no está en condiciones de igualdad para contratar con una compañía que intermedia con una pareja occidental.

En este caso se puede argumentar, como hacen las feministas, que alquilar el propio útero es un modo de instrumentalizar una relación que debería ser plenamente personal, la maternidad. Y que además afecta de modo asimétrico a las mujeres, en una nueva forma de explotación.

Para que un contrato sea libre debe haber un mínimo de igualdad. Por esa línea se entiende fácilmente que una mujer en posición desesperada no está en condiciones de igualdad.

Pero, si esta es la única objeción, una buena auto-regulación, aunque compleja, puede resolver las cuestiones que se refieren a la igualdad, y prever las complicaciones de la maternidad subrogada (¿qué pasa si la madre genética y/o legal, o la gestante, quiere practicar un aborto?), siempre que se admita la plena libertad de las partes para contratar, sin limitaciones sustanciales sobre lo que cada uno puede hacer con su cuerpo.

¿Corrupción de la maternidad?

Más allá de garantizar un mínimo de igualdad necesario para una libre contratación, hay otro tipo de problema: la posible corrupción que para ciertas prácticas implica su comercialización. Incluso aunque se garantizara el respeto a la libertad, con plena información, etc., la maternidad es un aspecto de la vida humana que debe ser preservado de un uso comercial. De lo contrario corremos el peligro de mercantilizar las relaciones humanas, reduciendo toda nuestra vida social a un intercambio económico, incluso en los aspectos antaño excluidos del comercio legal.

Incluso aunque se garantizara el respeto a la libertad, con plena información, etc., la maternidad es un aspecto de la vida humana que debe ser preservado de un uso comercial.

Esta objeción es sin embargo compatible con aceptar el recurso al vientre subrogado si no se trata de un intercambio comercial, sino de una colaboración voluntaria para hacer posible la maternidad. Por ejemplo: “Mi hermana se ha ofrecido a llevar adelante el embarazo de mi hijo”; “se trata de una persona que lo hace por ayudar en situaciones de necesidad, y que a cambio solo pide que se cubran los costes”. De hecho muchos de los que se oponen al aborto ven con buenos ojos que haya mujeres que ofrezcan su cuerpo para gestar los embriones congelados, sobrantes de la tecnología de fecundación in vitro (no todos lo ven así: ni siquiera la iglesia católica, al menos no como solución global a los embriones congelados). Así pues, para algunos de los que se oponen a los vientres de alquiler, la maternidad subrogada no es sin embargo algo en sí mismo inaceptable.

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Debate sobre la maternidad subrogada: una mujer en posición desesperada no está en condiciones de igualdad.

¿Quién es el dueño de mi cuerpo?

Algunas reivindicaciones feministas se apoyan en el principio libertario de que el individuo es propietario de su propio cuerpo, y la propiedad un derecho absoluto que solo tiene el límite de no dañar los derechos ajenos. Es un principio que a primera vista se impone por su propio peso: sencillo e inapelable. ¿Qué otros límites puede tener mi libertad? De aquí se sigue la legitimidad del aborto sin permiso paterno o del padre (siempre que no reconozcamos al no nacido como persona), la legalidad del uso recreativo de drogas, el suicidio asistido, la prostitución cuando es ejercida en libertad, etc.

En suma: si soy dueña de mi cuerpo, y puedo disponer de él, debería poder alquilarlo, o por lo menos prestar su uso (“quien puede lo más, puede lo menos”, dice el aforismo). Aunque esa posibilidad requiere de un adecuado marco jurídico para evitar el abuso. Y precisamente la conveniencia de evitar los abusos es un argumento para regular por ley la práctica del vientre de alquiler…

En suma: si soy dueña de mi cuerpo, y puedo disponer de él, debería poder alquilarlo, o por lo menos prestar su uso (“quien puede lo más, puede lo menos”, dice el aforismo).

Por eso, aunque loable, el rechazo feminista de los vientres de alquiler tiene los días contados. Salvo que ante la repugnancia moral que se siente ante esta práctica, se proceda a poner en cuestión los fundamentos de su visión moral replanteando estas preguntas:

¿Es la propiedad un derecho absoluto? ¿Somos en realidad dueños/as de nuestro cuerpo? ¿De qué otro principio puede derivarse la dignidad de mi propio cuerpo? ¿Qué consecuencias tendría?

One Comment

  • Lali dice:

    En pocas palabras la gestación subrogada es algo más que «yo alquilo mi cuerpo»…. Cuando trabajaba como secretaria en una compañía multinacional también vendía mi cuerpo y lo peor «mi alma» al diablo. O caso un prostituta que alquila o vende servicios de prostitución «vende su cuerpo». HIPOCRESÍA DE LA SOCIEDAD.!!!

    Para mi es una técnica de reproducción asistida más, una donante de ovocito también vende sus ovocitos y se le compensa por dinero. No debería de hacerlo? HIPOCRESÍA DE LA SOCIEDAD.!!!